No somos ni millenials, ni baby boomers.
Nos quieren clasificar como una simple generación X pero nos resistimos y le agregamos 8 letras mas.
Sabemos de aventuras porque somos nietos de inmigrantes y del valor de la libertad porque la empezamos a conocer recién cuando estábamos en la escuela. Conocemos bien nuestro himno porque teníamos que estar atentos a las partes que había que cantarlas mas fuerte. Nuestros padres nos contaban historias de Maracaná, de combis multicolores, humeantes y decoradas con huellas de palomas.
Sabíamos que suiza tenia que ser buena porque antes a nosotros nos decían que éramos así.
Nos explicaron que el mejor mes para visitar la Sorbona era Mayo y que esa era la mejor forma de expresarnos cuando algo no nos gustaba.
También nos decían que la mejor sierra era la Maestra y que si ibas a leer el diario de alguien tenia que contar que andaba reclutando campesinos en Bolivia aunque no terminara como las películas
Todo eso nos contaban mientras nosotros veíamos Verano Azul y se nos moría Chanquete
Como en elegía, tampoco perdonamos a la muerte enamorada ni a la vida desatenta por hacernos eso.
No dormíamos la siesta, escuchábamos a un flaco que cantaba con una voz que no era de el, a otro flaco que hacia canciones para hombres nuevos y a lo lejos sentíamos clarito el olor a monte y correr al olimar.
Vimos el reencuentro de Uruguayos que volvían de todos lados y el vapor de la carrera traía a uno de los últimos caudillos.
El mundo cambiaba, las cortinas empezaban a ser de metal porque las de hierro no servían.
La isla quedaba sola, a Europa se les caían los muros y un tipo en China se paraba delante de un tanque y lo vencía.
Era difícil no saber que la rayuela no solo se juega sino que también se lee, que la vida da treguas y que un continente puede tener abierta las venas.
Todo pasaba muy rápido pero nosotros no dudábamos como el Nano que nuestra niñez seguía jugando en la playa del pinar y nuestra juventud empezaba a hacer lo mismo en los ranchos del Polonio.
Nuestro calendario tenia 19 días y 500 noches y nuestro pasaporte se moría por tener muchos sellos o directamente por ser un clandestino como Manu.
Entre el cuarteto de acá, el de Liverpool, el charly, el freddy y el Jaime se movía el dial o la lapicera para rebobinar.
Y aunque algunas veces quisimos que el Quijote nos dejara sentarnos en su grupa cuando vencido volvía de la playa de Barcino, no estamos dispuestos a resignar la aventura.
No llegamos hasta acá para que nos asignen una simple letra.
Somos mucho mas que la generación X.
Somos Xperience y el acordeón de Chanquete -absolutamente necesario para armar las aventuras- aun sigue sonando fuerte.
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